Apostando por la presencia: entrevista a José Miguel Candela

Entrevista al compositor José Miguel Candela, cuyo camino artístico ha estado ligado a la exploración sonora, la colaboración y la articulación de comunidad en torno a la música electroacústica, las artes escénicas, y la búsqueda de la memoria y la identidad latinoamericana al interior de la técnica experimental.

Por Santiago del Valle Dávila

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El compositor José Miguel Candela junto a Constantino Honorato en la residencia Ciudad Corpórea
a sesión de creación está por comenzar, y José Miguel Candela conversa con el equipo creador de la residencia, mientras instalan sus equipos. Tras las anécdotas y recomendaciones técnicas, todos toman lugar al interior de la escenografía inmersiva. Haces de luz proyectan imágenes de la ciudad contra papeles de espejos, tul y otras telas entre las que luego transitará el cuerpo en escena, un mundo que sus creadores titulan “Ciudad Corpórea”, en que dialogan danza, artes visuales, arquitectura y música. En esta jornada el objetivo es revisar la música de la obra y su estructura. Candela enfoca su atención, de pie en medio del montaje. Es un gran escuchador: detecta las sutilezas de la música, tiene varias ideas para matizarla más, y consideraciones para que el sonido conviva con el cuerpo y la imagen. Al terminar, le comenta todo al equipo con entusiasmo y respeto.

José Miguel Candela tiene vasta experiencia componiendo música para trabajos escénicos: más de una treintena de obras, algunas de ellas reunidas en la colección que cariñosamente ha titulado sus “Grandes Éxitos Bailables”. Esto además de crear el colectivo Siniestra Danza junto a Georgia del Campo, que se mantiene muy activo desde 2012.

“Interdisciplinar, transdisciplinar, postdisciplinar...”, enumera alegremente, resumiendo su experiencia, “ha sido todo eso. Una deconstrucción del oficio”.

El aprendizaje permanente y la sucesión de preguntas le han mantenido muy activo como artista. Su más reciente incursión, en el marco de su doctorado, lo llevó a investigar los engañosos conceptos de la inmovilidad y el silencio en modalidad de performance.

Su recorrido artístico ha ido tejiendo vínculos, colaboraciones y articulando comunidades. Desde la vereda musical, el trabajo de José Miguel Candela es clave para situarse en una escena artística prolífica, reflexiva y poco conocida por el público chileno: la de la música electroacústica.

La música electroacústica chilena

Nuestro país fue uno de los pioneros del continente en producción de música electroacústica. La experimentación en base al sonido grabado, la manipulación de cintas, y más adelante la generación electrónica de sonidos se habían desarrollado en Europa desde los años 40, y no tardaron en llegar a Chile. En 1956, con la composición Nacimiento, de León Schidlowsky, da inicio un legado musical con el que José Miguel Candela ha interactuado creativamente.

Su obra L estuvo inspirada en Nacimiento”: “Lo que hice fue tomar unos fragmentos y hacer un diálogo con eso desde mi estética”, explica Candela, que la estrenó en 2006, para celebrar el 50° aniversario de la electroacústica chilena. Esta celebración también vino a culminar la primera etapa de la Comunidad Electroacústica de Chile (CECH), agrupación de artistas que Candela coordinó en sus primeros años.

“Teníamos un colectivo de gente que tenía ganas de agruparse, queríamos que la música electroacústica fuese la protagonista de nuestra gestión”, recuerda, “fue un bellísimo período donde pudimos localizar de nuevo a Chile y a los compositores chilenos en un lugar más o menos de referencia dentro de la región latinoamericana y además, de alguna, manera insertarse en el contexto electroacústico mundial”.

Candela continuaría sus conversaciones creativas con los compositores referentes de la electroacústica nacional. Compuso obras dedicadas a Juan Amenábar, quien fue su profesor, y a Gustavo Becerra-Schmidt, su maestro de composición. Terminaría conformando el Ciclo Panegírico, una colección de obras que incluye otros trabajos dedicados a José Vicente Asuar, Iván Pequeño, Leni Alexander, Gabriel Brnicic, Iris Sangüesa y Federico Schumacher, y fue editado por Pueblo Nuevo Netlabel, otro agente clave.

“Desde esta reactivación de la música electroacústica en los 2000, ha sido el Netlabel que se ha encargado de la edición de discos de música electroacústica acá en el país”, observa Candela, apostando por la libre descarga y las licencias Creative Commons.

La memoria y la identidad

Este trabajo también evidencia que la música creada con medios electrónicos y grabaciones puede dialogar y dar cuenta de manifestaciones que atraviesan varias décadas, entre vaivenes institucionales, políticos y sociales. La preponderancia tecnológica no le ha impedido a este arte una conexión con el acontecer histórico y cultural.

“No existe una contradicción entre tecnología y discurso”, explica Candela, “si uno mira la historia de la música de tradición judeocristiana occidental, uno se encuentra con que el avance tecnológico es parte de la cultura”.

De todos modos, está al tanto de los referentes que alejan la estética electroacústica de la memoria: “yo entiendo que haya un amor por la fracción sonora. Cosa que yo también tengo”, dice, citando el concepto de escucha reducida de Pierre Schaeffer, “esa escucha que trata de limpiarlo de sus causas y sus símbolos y sus significados. Aceptar el sonido tal cual como viene”, explica.

“Teniendo ese amor por el sonido y esa búsqueda de esa relación íntima entre el auditor y el sonido que está naciendo, también pienso que hay una comunidad a la cual uno tiene que dirigirse”, añade. Esta decisión lo ha llevado a abordar las temáticas de la memoria y los derechos humanos, y la pregunta por la identidad latinoamericana en su música.

“Hay que tener la memoria muy fuerte para poder construir hacia el futuro”, dice, recordando el negacionismo imperante el discurso público durante el período de la Concertación. “Creo que hay que construir sociedad mirando todo lo que nos antecedió con mucha consciencia, para poder proyectar las cosas buenas y cortar las cosas que nos hicieron daño. Y sin duda en todo lo que tiene que ver con derechos humanos este país fue tremendamente dañado, hasta el día de hoy”.

Su deseo de intervenir en esta perspectiva lo llevó a componer el Ciclo Salvador Allende Gossens (2003-2009), y las Cuatro Piezas Acusmáticas por los Derechos Humanos (2016). Estas últimas contienen testimonios grabados de personas que vieron violados sus derechos humanos durante la dictadura, incluyendo a dos que estuvieron en Villa Grimaldi. “Me han dado muy bellos comentarios respecto a esas piezas, pero al mismo tiempo yo sé que es gente que va a escuchar una vez o dos veces la pieza, porque en realidad enfrentarse a esa memoria es complejo”, comenta Candela, “es una presencia. Aposté por esa presencia con esa creación”.

Efectivamente, es la presencia una cualidad de la música y la experimentación sonora, más allá de sus condiciones técnicas y la estética del sonido como material en sí mismo. Es capaz de traer al frente las voces, la ciudad, la memoria y hasta escenas culturales.

Al respecto, Candela parafrasea a otro destacado músico chileno: “Sergio Ortega decía que veía la gran ola del movimiento social levantándose (se refería al movimiento social de la Unidad Popular), y se daba cuenta de que lo que le tocaba a él era ser como la espuma de la ola. Ahí tratar de surfear un poco y conectarse con el curso de la historia”, explica.